quarta-feira, 16 de abril de 2008

[LVG] ¿Quién ha roto el pacto lingüístico, señor presidente?

De la interesante entrevista de Lois Blanco al presidente de la Xunta publicada este domingo por La Voz cabe extraer, entre otras, una clara conclusión: que Touriño está encantado de haberse conocido. Tanto, que el jefe del Gobierno gallego ni siquiera estima necesario responsabilizarse de los efectos negativos generados por las decisiones más polémicas del Ejecutivo que preside, al entender que aquellos son imputables por entero a quienes discrepan de las mismas.

Esa forma de razonar, ciertamente llamativa, lleva a Touriño a considerar a todos los que no comparten la nueva política lingüística impulsada por la Xunta como los únicos culpables de «desestabilizar Galicia con una cuestión identitaria» y de abrir «fisuras en la convivencia lingüística».

Aunque es posible que el presidente haya llegado a convencerse, por autosugestión, de que las cosas son como él las pinta, la simple observación de la realidad ofrece un panorama muy distinto.

Cuando la Xunta presidida por Touriño se hizo cargo del poder ejecutivo existía en Galicia un tácito pacto lingüístico que se basaba en dos elementos esenciales: la aceptación de la cooficialidad entre gallego y castellano, y el respeto a la libertad individual en materia de idioma.

Esos dos elementos han sido, o están siendo, revisados de un modo radical, al servicio de una política lingüística en la que el PSdeG ha renunciado a sus señas de identidad en la materia, en beneficio de las que el BNG ha defendido desde siempre.

Y así, si el nuevo decreto regulador del uso y la promoción del gallego en el sistema educativo prueba el abandono de la cooficialidad en favor del predominio del gallego y, tendencialmente, de un sistema de inmersión, medidas como la proyectada política de subvenciones discriminatorias en función de la lengua en materia de rotulación comercial, o como el pacto municipal, apoyado desde la Secretaría Xeral de Política Lingüística dependiente de la Presidencia de la Xunta, para ¡imponer el idioma en que las orquestas habrán de tocar en las verbenas!, suponen sendos atentados a la libertad personal que un demócrata jamás debería tolerar.

Que el Gobierno ha decidido cambiar el rumbo de la política lingüística es, sencillamente, una obviedad. Como lo es que ha de asumir los efectos perversos de tal cambio, entre los que están la ruptura del consenso lingüístico que, al parecer, tanto preocupa al presidente. Por ello resulta poco presentable responsabilizar de esa ruptura a quienes, con razón, se sienten agredidos en su lengua o en su libertad individual. Tanto al menos como lo sería que quien se hace a empujones sitio en una fila pretenda luego afear la conducta de quienes reaccionan y protestan.

Fonte: La Voz de Galicia.

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